No me he sentido bien en estos días y al final vuelvo al médico, me pregunta lo mismo, me aconseja lo mismo, me receta lo mismo y es cuestión de esperar, me dice (me digo).
Los días han pasado vacíos o llenos de humo. El vecino recoge su correspondencia del buzón cada día a la misma hora. El lugar de los buzones está situado a unos veinte metros de nuestras casas. Yo siento que ir al buzón es escalar una montaña de facturas, panfletos y papeles que no me dicen nada. Él me da el buenos días y se alegra de recibir su suscripción al periódico local.
Todo lo que me rodea no me dice nada y de eso he llenado mi cabeza últimamente.
No soy capaz de comprender qué sucede a mi alrededor y me pregunto dónde puedo encontrarle el sentido a las cosas, sí, a los objetos, encontrarle sentido al buzón de cartas, al cortador de queso, a mi cepillo de dientes y a mi almohada. Debo empezar por ahí y luego el sentido del sueño, del tiempo, de las reflexiones, de las solicitudes, el sentido de estar en medio de todo esto.
Intento recobrar el sentido de la realidad visualmente, porque soy ver para creer, porque funciono con imágenes, porque de eso quizá se trata todo y por eso vemos una película antes de morir y no escuchamos un concierto. Bien. Miro a través de la ventana y ha nevado. Por mi cabeza pasan varias vistas desde distintas ventanas de mi vida y agrupo esas imágenes como en un álbum. Lo título "ventanas". Pero ¿quién va a mirar ese álbum? ¿Para qué hacerlo?
Las preguntas me debilitan.
Uso un abrelatas y alimento a mi gato. Aprendí a usar un abrelatas a los ocho años para abrir latas de leche condensada. El acto de abrir una lata me lleva a entender ciertas cosas como lo lejano de mi niñez, el tener el corazón (y/o el cerebro) enlatado, el comprender a mi gato y su hambre así como su grado de dependencia aún siendo un gato.
Todo tiene muchas capas.
Hay algo de sentido en aquella porción de Whiskas, en el olor a restos de pescado procesado, en los pasos de mi gato hacia el tazón, en su hocico moviéndose de tal manera que come desde el borde del recipiente hacia adentro.
Un espiral.
No debo 'esforzarme mentalmente', eso me han dicho.
El intentarlo me angustia. No esforzarme mentalmente realmente me angustia y a la vez siento que mentalmente estoy agotada y con la cabeza llena de humo.
Busco el movimiento a pesar de estar exhausta. Las ventanas una tras otra, el segundero en mi muñeca, el oxígeno en mi pecera.