mandag, oktober 21, 2013

Cotidiano

No me he sentido bien en estos días y al final vuelvo al médico, me pregunta lo mismo, me aconseja lo mismo, me receta lo mismo y es cuestión de esperar, me dice (me digo).

Los días han pasado vacíos o llenos de humo. El vecino recoge su correspondencia del buzón cada día a la misma hora. El lugar de los buzones está situado a unos veinte metros de nuestras casas. Yo siento que ir al buzón es escalar una montaña de facturas, panfletos y papeles que no me dicen nada. Él me da el buenos días y se alegra de recibir su suscripción al periódico local.

Todo lo que me rodea no me dice nada y de eso he llenado mi cabeza últimamente.

No soy capaz de comprender qué sucede a mi alrededor y me pregunto dónde puedo encontrarle el sentido a las cosas, sí, a los objetos, encontrarle sentido al buzón de cartas, al cortador de queso, a mi cepillo de dientes y a mi almohada. Debo empezar por ahí y luego el sentido del sueño, del tiempo, de las reflexiones, de las solicitudes, el sentido de estar en medio de todo esto.

Intento recobrar el sentido de la realidad visualmente, porque soy ver para creer, porque funciono con imágenes, porque de eso quizá se trata todo y por eso vemos una película antes de morir y no escuchamos un concierto. Bien. Miro a través de la ventana y ha nevado. Por mi cabeza pasan varias vistas desde distintas ventanas de mi vida y agrupo esas imágenes como en un álbum. Lo título "ventanas". Pero ¿quién va a mirar ese álbum? ¿Para qué hacerlo?

Las preguntas me debilitan.

Uso un abrelatas y alimento a mi gato. Aprendí a usar un abrelatas a los ocho años para abrir latas de leche condensada. El acto de abrir una lata me lleva a entender ciertas cosas como lo lejano de mi niñez, el tener el corazón (y/o el cerebro) enlatado, el comprender a mi gato y su hambre así como su grado de dependencia aún siendo un gato.

Todo tiene muchas capas.

Hay algo de sentido en aquella porción de Whiskas, en el olor a restos de pescado procesado, en los pasos de mi gato hacia el tazón, en su hocico moviéndose de tal manera que come desde el borde del recipiente hacia adentro. 

Un espiral.

No debo 'esforzarme mentalmente', eso me han dicho.

El intentarlo me angustia. No esforzarme mentalmente realmente me angustia y a la vez siento que mentalmente estoy agotada y con la cabeza llena de humo.

Busco el movimiento a pesar de estar exhausta. Las ventanas una tras otra, el segundero en mi muñeca, el oxígeno en mi pecera.

No sucede mucho estos días.

onsdag, oktober 09, 2013

Social

Creo que soy huraña por naturaleza, pero para atribuirme a mí misma ese calificativo, hacen falta -inevitablemente- los otros.

Me obligo al ejercicio de socializar con cierta frecuencia para concluir que sí, que soy huraña, pues en el proceso de bañarte, vestirte y salir a encontrarte con otros voy pensando que es como tomar extractos de caihua con perejil cuando estás gordo.

Me cuesta interactuar con los otros, sobre todo si son nuevos, es por eso que valoro mucho a las personas con las que me siento bien y me cuesta mucho perderlas, son muy pocas las personas con las que siento que no debo socializar, sino simplemente estar ahí y compartir el espacio, hablando o no, realizando alguna actividad o no, pues mi manera de estar con alguien y disfrutar de ello puede consistir en estar acostados en el pasto sin decir nada.

No me he obligado al ejercicio de socializar últimamente y supongo que está bien así por ahora, sin embargo, no sé si es del todo positivo que mis ganas de hablar se transformen en escritura o en pensamientos que llueven uno tras otro cuando voy a acostarme y me hacen perder el sueño.

Lo que menos me gusta de socializar, es cuando te preguntan "cómo estás" porque es difícil que tenga una respuesta concreta a esa pregunta por estos días. Tratar de responderla puede que me tarde más de una hora, donde resumiría qué es lo que me ha sucedido en las últimas semanas y me han enfrascado en este estado, pero si llega la pregunta, suelo sonreír y decir "bien, y tú?" Eso lo aprendí antes de ir al colegio y también aprendí que era la salida más sensata ante la posibilidad de acercarse a alguien, esa falsa empatía "y tú?" nunca me llevará a conocer a alguien más de cerca, por el contrario, nos enfrascaríamos en convenciones e intercambios educados de palabras pre-cocidas como la pasta del supermercado.

Por ahora, socializo con mi gato, converso conmigo misma y todavía no he llegado a tener discusiones acaloradas, solo que a veces la conversación se vuelve tediosa como el jugo de caihua con perejil y es cuando vengo aquí y escribo.







fredag, oktober 04, 2013

Inventario

En estos días ando pensando en los años que pasaron desde el accidente hasta hoy.

Creo que, el hecho de que piense en ellos (y que escriba aquí sobre ello) es quizá una buena señal, un indicio de que quizás estoy saliendo de ese periodo pues ahora puedo mirar atrás y todo eso esta ahí como una habitación o un objeto, sin embargo hacer esta retrospectiva a veces me angustia.

Empecé este blog en un hospital psiquiátrico cuando tenía mucho miedo a dejar de escribir y además buscaba una salida a los días dentro de ese ambiente tan aséptico. Luego, vinieron periodos en los que no escribí nada, ni la lista del supermercado y al final eso llegó a preocuparme, pero trataba de calmarme pensando en que si la escritura había llegado a mí para escapar de una muerte en mi adolescencia, no debería sorprenderme que la misma escritura me abandonase luego de otra muerte. 

Así como llegó podía irse y yo sé bien que yo no poseo a la escritura, sino que ella me posee a mí.

Pero hubo días en los que me angustiaba no escribir, aunque vivía ya casi resignada a no hacerlo. 'Resignación' era una palabra que por esos días (o años) me fue repetida tantas veces, fui a terapias cognitiva sobre resignación aunque no lo llamasen así. La gente me repetía esa palabra como un saludo. Las pastillas parecían envenenarme de ello de resignación.

Esos días fueron como pasadizos, no estaba en ninguna parte, siempre me encontraba atravesando algo, un duelo, una crisis, una descompensación de químicos en mi organismo. Fue un periodo muy difuso y al mismo tiempo me iban sucediendo cosas que, vistas desde afuera, se podrían ver como hitos importantes es mi vida, curiosamente en ese periodo en el que casi no escribí casi nada, era reconocida como escritora.

A veces despierto de pronto, como ahora, y recuerdo esos días enfrascados, donde me movía por todos lados en una jaula de aire, llevaba un vidrio por delante y a veces se quebraba, pero las dosis me protegían de nuevo con nuevas paredes transparentes.

Haciendo cuentas, entre el 2008 y el 2011 sólo recuerdo que trabajaba intensamente y luego dormía. Supongo que también socializaba, viajaba, intentaba establecer relaciones, porque hay fotos y algunos apuntes, sin embargo no tengo un recuerdo claro de esos episodios. Sólo recuerdo mis días en la oficina de la universidad, el olor de la tinta de la fotocopiadora, las aulas, mi desayuno en la cafetería, mi tarjeta con mi foto como empleada de la universidad, el ascensor. Aunque no tenía demasiado trabajo al principio, estar delante de una clase me resultaba una hazaña que me dejaba exhausta.

Llegaba corriendo a casa, preparaba algo de comer y luego dormía. Así por casi tres años, hasta me dieron un premio por mi desempeño como profesora y no entiendo como logré ser una máquina por tanto tiempo, no lograba entender nada sin embargo todo por entonces y al parecer era ininteligible, hasta que fue una especie de despertar en el otoño del 2011, al iniciar el semestre, cuando me di cuenta de la realidad o simplemente y quizás otra realidad rompió mi rutina que llevaba: del trabajo quedando exhausta hasta el sueño artificial de cada día .

Ese otoño desperté y no puede salir de mi habitación a dar clases a la universidad. Lo más curioso fue que lo asumí como un acto normal durante las primeras horas y cancelé el seminario más importante del semestre con un mensaje breve a mi jefe. Después de unas horas, todo estalló. No hubo ruido, pero los objetos se iban destruyendo delante de mí como en las explosiones de pruebas atómicas.

Tuve tanto miedo que permanecí escondida bajo mis sábanas por un par de días y luego lo que recuerdo después, aunque no sé si fueron semanas después o días después, fue mi conversación con el médico, el empacar una maleta pequeña y un taxi que me llevó al hospital al que yo por entonces llamaba casa de reposo para no dramatizar ni asustar a nadie.

No recuerdo demasiado lo que pasó entre el otoño del 2011 y el verano del 2012. Fueron nueve meses de vivir en pasillos y medicada puntualmente.

A veces cuando no puedo dormir, hago inventarios de cosas inútiles, como los tipos de harina que guardo en la alacena, mis aretes y sortijas o los preparados que tomé durante estos cinco años: Vival, Rivotril, Apodorm, Imovane, Sobril, Truxal, Escitalopran, Venlafaxina, Lamictal, Zyprexa, Fluanzol, Orfiril, Litionit, Wellbutrin, Buspiron, Tolvon, Seroquel.

Puestos así, uno tras otro podrían armar un poema.

Ayer hablaba con K. y entre tantas cosas que suceden nos dio nostalgia por el clonazepam, pero ella a aprendido a comer cupcakes y bebe café a veces se emborracha, yo hago lo mismo, sin cupcakes pero de vez en cuando voy a la panadería y pido pan de canela recién horneado y me siento en alguna banca con un termo de café y como todo eso y creo que todo está bien como en los momentos Nescafé,  aunque no niego que de vez en cuando miro hacia atrás y me angustia la idea de volver a vivir en tránsito y en jaulas de aire, y no debería asustarme pues es la manera más fácil de vivir sin que nada te duela, todo va pasando y te vas olvidando de todo lo absurdo y lo vacío del ritual cotidiano, de las ceremonias y títulos, de la ausencia de palabras, te deja de doler la violencia del tiempo y mientras vas por esos pasillos te distraes de la verdad absoluta de que has venido al mundo inevitablemente a envejecer (si es que lo consigues) y a morir.

Ahora tengo que intentar volver al sueño, sin clonazepam, sin nada, sólo la batalla de siempre que empezó en mi adolescencia.

Felizmente y desde entonces no me he resignado.  

Felizmente todavía me quieren las palabras.




onsdag, oktober 02, 2013

Dibujo animado

Encajaba tu pulgar perfectamente en la hendidura de mi nuca. Deslizabas tu pulgar en ella y me levantabas como el picaporte que abría las puertas de todos tus deseos estirando mi columna de gato vertebral y callejera. Tu pulgar en mi nuca, en la calle y si me encontrabas tirada en la acera siempre tu pulgar me despegaba y me estiraba como un chicle para colgarme en una percha, que se fuera escurriendo el deseo, que se oreara el amor hasta tomarme de nuevo, masticarme, vestirte de mí y abrocharme nuevamente entre tus dedos. Siempre tu pulgar sosteniéndome o aplastándome, pulga, anatomía funcional, etimología que me hundía de cabeza en la tierra. Echaba raíces desde mi pelo, mis neuronas en sinapsis, mi nunca bajo la tierra, extendiendo un tallo desde mi cuello ramificándome en mis brazos, floreciendo en mis dedos, dando frutos entre mis piernas con mis pies sin pasos coronando la planta de mi misma, estrangulándome ciega y de cabeza para quedar estable, firme y en tierra.