Que bien se siente a veces escribir sabiendo que solo te leen tres (o dos?) personas. Es como acostarse en una king size, con sábanas limpias, desnudo y recién duchado.
Antes me leían más de tres y todo era confuso; todo se volvía una feria, una orgía en la arena, un encuentro de voces en un cruce telefónico, eso que era como el facebook de los ochentas: llamabas a un número y había un montón de gente hablando al mismo tiempo.
Hace dos días me di cuenta de que vivo sola. Fue raro. Fue raro porque vivo sola desde hace tres años, pero no me había dado cuenta de ello. Me entró una especie de tristeza sellada con tranquilidad.
Acaricié a mi gato, apagué el televisor y me puse a escuchar la tormenta.
Hoy ha llegado la calma.