onsdag, mars 05, 2014
Viaje
Ayer me metí a la panza de mi gato. No fue difícil. Primero tome una ducha hasta que mi cuerpo absorbiese la mayor cantidad de agua posible. Una vez que el agua se rebalsaba a través de mis poros, sin secarme ni vestirme, me acosté en el jardín y me quedé varios días allí hasta secarme. Luego volví a casa y ya seca, terminé el proceso al lado de la estufa. Eso, para absorber cualquier resto de agua que podría quedar dentro de mí y también para sellar mis poros hasta convertirme en un pedazo de carne seca. Allí tuve que esperar un par de días hasta que mi gato empezara a sentir hambre - o deseos de jugar con un pedazo de carne- y me empezara a tragar. Así fue. Después de algunos días, empezó a darme mordiscos. Empezó por mis ojos, que después de las entrañas, son la parte más difícil de secar completamente, solo se logra que queden como un par de pasas, mientras el cuerpo sí se vuelve carne seca, como el bacalao o el charqui, como esas orejas de chancho que vendemos en la veterinaria para que mastiquen los perros. Así. Día tras día me fue tragando. Llegar a las entrañas, blandas y no del todo secas, fue un descanso para sus mandíbulas. Cuando me trago entera, volví a ser una en su panza. Lo que más había eran pelos. Y cada día caían más y más pelos. Mi gato, como todos los gatos, se limpia el pelaje varias veces al día. Los pelos se me fueron pegando al cuerpo, y ya eran tantos que empecé a parecerme a un Chewbacca encerrado en un estómago de gato. Al fin, no me llegaba más que pelos día tras día, y empecé a preocuparme por la nutrición de mi gato. ¿Quién le serviría la comida? Ya era tiempo de salir. Empecé a trepar por su garganta y llegué exactamente al lugar donde nacen los ronroneos, en la traquea, entre los pulmones y el corazón. Me estire hasta tocar el extremo interno de su lengua de púas y así le provoqué arcadas. Me vomitó. Los pelos que tenía pegados a mi cuerpo me permitieron arrastrarme sin resbalar. A los pocos días los pelos fueron cayendo y llegué con dificultad al cuarto de baño. Abrir la llave de la ducha era casi imposible, todavía no había crecido demasiado, así que para humectarme y volver a mi tamaño normal, me arrojé a a taza del water y allí me quedé por varios días formándome nuevamente como en un vientre materno de loza blanca, con bacterias para reforzar mi sistema inmunológico y con cavidades para poder estirarme. Cuando estaba lo suficientemente grande para no perderme por el desagüe, tiré de la cadena y todos los pelos cayeron y me quedé desnuda. Por estos días sigo creciendo. Aún no voy a trabajar porque no tengo el tamaño adecuado y además, porque todavía me quedan unos días de vacaciones. Sí. Me metí a la panza de mi gato para pasar vacaciones. Es que últimamente los aeropuertos me dan miedo, y de todos modos, siempre es más barato y seguro vacacionar en el estómago de tu felino.