lørdag, juli 06, 2013

Garabato

Intuyo saber qué es lo que me pasa y por eso es que me quedo quieta mirando cómo esto que me pasa se sube a mi cama y se acuesta conmigo durante horas y días.

Quizá si alguien entrase a mi habitación y me viera ahora mismo me diría "Estás deprimida" y bueno, si escribo una lista como me lo recomendaba el psicólogo, podría ser que lo parezca, pero creo que sé bien que todo esto no es nada más que un proceso, un tránsito hacia otra cosa que eso sí, todavía no sé bien adónde me llevará.

A veces me veo a mí misma abriendo las cortinas y dejando que un poco de luz entre a mi cuarto y me digo "no está tan mal". El hecho de dejar que la luz entre a mi cuarto y haber dejado que él entrase a mi cuarto y poco a poco a mi vida, a la entrada de ella, indica que soy consciente de la apertura, del cambio, del tránsito, porque aunque aquí haya luz todo el día se pueden percibir las variaciones de intensidad, los matices de gris, las nubes y algo siempre me dice cuándo se acerca la noche, aunque yo quiera creer que no hay noche, aunque los turistas vengan aquí para ver el sol que nunca se pone, pero hay noche, sí la hay y sé muy bien distinguir ese tono de gris cuando todo oscurece.

Por la mañana tuve la intención de ir al centro y comprar un nuevo piercing para mi ceja izquierda, cambiar el elemento que me perfora, decorar el dolor con otro metal, quizá con una piedrecita que asemeje a un diamante. Llevar un diamante en mi ceja izquierda y convertirlo en parte de mis expresiones, cuando levanto las cejas por placer o arrugo el ceño por dolor y el diamante ahí, iluminando el espacio y trazando líneas de luz que escribirían todos mis gestos.

No es lo mismo llevar un diamante en la ceja que llevar un diamante en el dedo. Tengo solo uno que compré para mí misma hace algunos años para marcar una situación dolorosa. Lo llevo a veces en el índice y señalo claramente con el diamante dónde me duele, dónde radica mi dolor, a veces también lo llevo en el anular, el dedo inútil solo para mostrar el dolor que está ahí, decorarme con él y su brillo despierta preguntas, pero claro, nadie pregunta sobre el dolor, solo el tipo de diamante y si es oro blanco o plata.

Hoy me sangró la nariz y estuve un poco mareada. No puedo hacerle frente a mi sangre, solo cierro los ojos y voy al baño a buscar una toalla húmeda y no quiero ver las manchas en el piso o en mi camiseta. La sangre cesa y me calmo, el mareo sigue y creo que mi cuerpo está asustado, dudoso o confundido. La sangre y el mareo lo indican literalmente y en metáforas: mi cuerpo sangra y se tambalea (complete aquí las razones)

Cuando sangro me quedo quieta, pues tengo miedo de volver a sangrar otra vez, el mareo además reafirma esa tendencia a estar estática, sin embargo es en este estado en que mis pensamientos empiezan a dispararse y tengo que incorporarme, encender el computador y empezar a escribir. Todo se vuelve un poco más equilibrado y mientras voy escribiendo estas líneas, el mareo desaparece, la sangre seguramente vuelve a los capilares y encuentra el camino debido, fluye invisible ante mis ojos dentro de mí por todas mis venas y hace círculos alrededor de mis falanges que dejan que este texto salte en el teclado y salga en esta pantalla.

Hace días dije que algo cambiaría pues tomaría un avión y así fue. La sangre desbordada y la confusión indica el cambio. Ahora, además sé que tomaré un avión dentro de unos días y seguramente algo también cambiara.

Ya veremos.