mandag, september 09, 2013

Caballos

Creo que un objeto deja de estar perdido no hasta que llega alguien y lo encuentra, sino que además de encontrarlo, también lo conserva y se hace cargo de él; le da un espacio y una nueva vida.

En inglés, existen los lost and found mientras que en español solo nos quedan los objetos perdidos

He pensado que en un día de esos en los que me levanto sintiendo que me falta algo,  podría ir a uno de esos sitios y decir que se me perdió -por ejemplo- un diario. Dar la descripción de un cuaderno de diario común o quizá atreverme a describir el diario que yo quisiera tener, dar datos que esperan te devuelvan algo que tu deseas o que guardas en la memoria aun sin saber si existe. Entonces podría esperar allí en esa oficina y tener fe en que el encargado me traiga aquel diario que su dueño perdió, aquel diario que no he escrito pero que deseo, ser parte de lo que no me sucedió a mí, completarme, completar el diario, recibirlo entre mis manos y sentir que el objeto se siente recuperado, aunque confuso, ha sido encontrado y volverá a vivir otra vida pero no permanecerá perdido (u olvidado) otra vez.

(Hay una línea muy fina entre lo perdido y olvidado)

Hace días encontré dos caballitos en el aeropuerto de Oslo. Imaginé que algún niño o niña los olvidó, o quizás sus padres lo apuraron pues el avión partía y los caballitos quedaron atrás. Quizá fueron dejados allí con la intención de que yo los encontrase.

Ver esos dos caballitos allí en una banca del aeropuerto, lugar donde transitan miles de personas y ellos yacían abandonados, olvidados o perdidos me dio cierta tristeza.

Pensé en llevarlos a la oficina de objetos perdidos, pero mientras los observaba y los tenía entre mis manos, me di cuenta de que los empezaba a conocer, que podía jugar con ellos, que quizá estuvieron allí esperando a que yo llegase. Al final miré hacia todos lados y nadie parecía interesarse por mi hallazgo. Intuí que quizá, de llevarlos al departamento de objetos perdidos, cabía la posibilidad de que se quedasen allí abandonados entres tantos otros objetos y que con los inventarios y las limpiezas acabaran en un basural, fundidos, reciclados, muertos.

Tomé los caballitos y los guardé en mi bolso. Se convirtieron en mis compañeros de viaje. Los coloqué en la mesilla plegable de mi asiento y los miraba mientras tomaba un café y dejaba atrás la incertidumbre de lugares y personas a las que probablemente no volveré y sin embargo están todavía aquí.

Ahora que escribo esto, los caballitos están a mi lado. Les pedí que suban al teclado y que posaran para la foto que aquí publico arriesgándome a que su anterior dueño los reconozca y los reclame, pero no creo. 

Estos caballitos se han convertido en una metáfora de mí misma:  son dos, dos caballitos perdidos que andan a distinto ritmo, el galope son el paso de estos últimas semanas que me han tocado vivir entre aeropuertos, grandes ciudades, gente extraña, tantos cuerpos abrazados y dejados detrás; su extravío y pérdida soy yo, ahora, esta habitación, el amanecer, las maletas deshechas y la televisión en silencio.


Who's gonna ride my wild horses?