fredag, juli 26, 2013

La coherencia del disparo

Mientras estoy en Lima, me resulta completamente familiar el ruido de un disparo.

"Ah sí, es un balazo" se escucha en algún lado de mi cerebro, mi codo se empina y el líquido happy hour me embriaga, todo va bien, disparen, felicidad dos por uno y por horas mientras el hígado aguante y la cabeza tolere.

En el taxi pienso en el disparo pues me parece oír otro a lo lejos mientras espero que cambie la luz y voy contando los segundos. Ahora Lima me entretiene en los cruces de semáforo y parece que supiera de mi obsesión por contar, no historias, sino así del 1 al 10 o al 74 en ascendente y descendente, de 5 en 5 o de 3 en 3 y las tablas de multiplicar siete por ocho cincuenta y seis y me gusta dibujar y escribir números también.

Pero el disparo, sí, volvamos al revólver. 

Allí en el semáforo, una parte de mi cerebro alcoholizado cuenta, otra canta  it's the final countdown Europe y yo tan lejos y el resto de neuronas se suicidan, un balazo, quién apretó el gatillo, quién apuntó a quién, ajuste de cuentas, festejo de un sicario, éxito de un suicida, el ruido de un balazo y el semáforo nos deja avanzar. 

Dos disparos en una noche.

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San Martín en su plaza parece aburrirse, cómo será eso de llevar el apellido como un santo y ser a la vez libertador. 

Mi apellido paterno en un contexto limeño (absurdo) me relaciona a un senador de derechas y cuando eso sucede yo pienso en mi padre nadando entre las tortugas de Galápagos y el Senado se convierte en un banco de peces. Esta ciudad es tan absurda que no olvida apellidos pero olvida sí que quienes gobiernos atrás dejaron al país deshecho hoy dan lecciones de moral y de justicia en público, olvidan que en la televisión antes se lamían sobacos y el raiting subía para distraernos de la decadencia, decadencia más decadencia y olvida a esas presentadoras que hoy dicen la verdad y le rezan a la virgen de Guadalupe y yo me pregunto si la gente realmente vive en serio (por así decirlo) o es que ya, si en la naturalidad de los disparos, los periodicos llenos de muertos y los muertos cubiertos por estos mismos periódicos, la coherencia se encuentra en todo lo absurdo y violento que rodea a esta ciudad y otra vez la fórmula de dos negativos resultan en positivo.

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Ver ( a través de la ventana de mi cocina ) pasar a un alce por mi jardín mientras desayuno un día cualquiera de julio es la coherencia que desde aquí extraño.